Divider - 【Delusions】

Mis pensamientos eran una maraña. No podía articular palabra alguna pero sabía muy bien que estaba recostado en una cama. Mis ojos se sentían demasiado pesados como para abrirlos de una vez y me he de limitar a oír las voces que hay fuera de la habitación. Una de ellas pertenece a Ludwig… y la otra…

—Yo me voy.
—No, ¡ahora te quedas!
—No tengo por qué obedecerte.
—Es tu culpa que esté así.
—No… es tu culpa por no cuidarlo de mí.

Hago un esfuerzo para abrir los ojos notando la oscuridad del cuarto. Probablemente aún era de noche pero las gruesas cortinas me dificultan saberlo.

—Qué mierda —mascullé sintiendo como si me hubieran dado una buena sarta de golpes por todo el cuerpo. Mi voz es lo suficientemente audible para que las dos personas fuera del cuarto se percaten de que había despertado. Primero entró Ludwig, quien inesperadamente se acercó a darme una bofetada.

—¡No vuelvas a salirte así a la calle, imbécil!

El golpe me hizo enfadar y le grité un par de insultos, antes de mi réplica.

—¡Carajo!, ¿qué no puedes ser como la gente normal y darme un abrazo después del susto que te di?
—¡¿De qué hablas?!, ¡no voy a felicitarte después de lo que hiciste!

Hice una mueca de descontento guardando silencio al ser captada mi atención por una suave y breve risa perteneciente al hombre parado junto a la puerta, cuya silueta era bellamente atenuada por la luz del pasillo.

—Eres tú —murmuré, él sólo me vio con unos ojos llenos de melancolía mas con una sutil sonrisa. Su permanencia fue esporádica desgraciadamente pues con tan sólo era mirada se dio la vuelta para marcharse. Lo llamé en un grito impropio pero Ludwig me contuvo antes de que intentara levantarme.

—Déjalo.

No estaba entendiendo nada además de que Ludwig tampoco ayudaba mucho y parecía más interesado en revisar mi cuerpo, como buscando alguna marca o herida. Después de ese extraño comportamiento invasivo, suspiró de alivio.

—Menos mal.
—Ludwig, ¿qué pasó?

Me miró como sopesando las palabras sin decir nada en concreto, concluyendo con una tajante. Lo que sea que sucedió la noche anterior yo ya lo había olvidado y parecía que Ludwig tampoco quería ayudarme a recordarlo, como si esto fuese de lo más conveniente para su persona. Mi insistencia se convirtió en un intento vano de acercarme a la verdad, sabiendo de antemano que cuando Ludwig decía “no”, era definitivo.

Las tres… las cinco de la mañana. 

No volví a dormir el resto de la mañana pese a estar todas esas horas en la cama, con una mente demasiado despierta unida a un cuerpo que se negaba a reaccionar a su máxima capacidad.

—Tengo que salir —Ludwig apareció en la habitación cuando despuntó el alba. Ni siquiera había dormido conmigo— Si tienes hambre, dejé algo preparado en la cocina, sólo caliéntalo.

—Ja —le miré con un gesto incrédulo— ¿Tú cocinando?, ¿desde cuándo?
—Yo soy un excelente cocinero —respondió con la vanidad que lo caracterizaba.
—Sí, como n—…

No había bien acabado la frase cuando Ludwig me tomó del rostro con ambas manos y me besó de una forma sumamente delicada, impropia de su carácter fiero y apasionado.

—Volveré en la noche. No vayas a darme otro susto.

Más tarde cuando la casa estuvo completamente vacía me percaté de que había cerrado todas las posibles salidas para asegurar mi permanencia. Consideré esto como una pérdida de energía porque con lo extenuado que estaba no habría podido ir muy lejos. Entonces me llegó a la cabeza la diminuta posibilidad de que quizás Ludwig no buscaba mantenerme dentro de la casa, sino evitar que alguien más entrara.

Recordé a aquel hombre, soltando una risa que rompió el silencio de la habitación, al notarme demasiado paranoico con aquellas suposiciones tan inverosímiles que no iban a llevarme a ningún lado. Aprovechando que mi cuerpo comenzaba a sentir las ansias del apetito me levanté para ir a la cocina, encontrando ahí cómo con un cuidado inusitado Ludwig me había dejado preparado un guisado propio de su país.

Di un suspiro reconociendo que Ludwig no solía ser tan detallista y esos pequeños cuidados eran algo para lo cual no estaba preparado. De repente cuando estaba degustando el Kasseler con puré de papa y guarnición, me invadió una punzada en el estómago —aunque no precisamente porque la comida estuviera mala— imaginando la posibilidad de que su atención se debiera, no al miedo provocado por el hombre de cabellos claros, sino a la culpa.

—Si estás engañándome, al menos no me des esperanzas —dije al aire con desaliento.

¿Cómo podría estar tan convencido?, realmente no lo estaba. Lo que me orillaba a pensar así era el acostumbrado sentimiento pesimista del que todos somos víctimas alguna vez en la vida, y ahí estaba yo, convertido en una sombra de mí mismo, sin atreverme a encarar el hecho de que tenía miedo de perderlo. 
No, no sólo era eso. Por más que sintiera mucho por Ludwig, por más que lo atrapara, que lo encerrara, nunca me pertenecería porque Ludwig no era una cosa… era un ser humano con sentimientos, ambiciones, ideales muy aparte de los míos y eso dolía. Dolía pensar que yo podría no ser parte de esos anhelos.

—Maldición —dije llevándome la mano a la frente conjuntando una risa— estoy pensando como una ama de casa desesperada.

Me volví de regreso a la habitación deseando dormir el resto de la tarde. Pero nada más cruzar el umbral de la puerta, las luces se apagaron y la puerta se cerró con un golpe seco.

—¡¿Quién está ahí?! —me di la vuelta buscando a tientas el interruptor de la luz. No podía tratarse de Ludwig; era todavía muy temprano.

La respuesta a mi pregunta llegó pronto en forma de unos brazos estrechándome fuertemente desde atrás y la voz suave que ya conocía de antemano.

—No te asustes.
—¿Quién está asustado? —repliqué tratando de zafarme pero ese bastardo me sujetaba con demasiada fuerza.
—He venido por ti. Te llevaré conmigo y no volverás a sentirte solo.

Me quedé helado porque con las pocas palabras había dado justo en el blanco.

—Ludwig no te ha atendido bien, pero no te preocupes porque yo te daré todo lo que necesites.
—Oye… no me digas que eres un maldito stalker.

Se rió, muy suave sin abrir la boca mientras me obligaba a voltearme para que quedáramos de frente, mientras me soltaba despacio.

—Ludwig no te dijo nada, ¿verdad?

Las luces se encendieron pero él ya no estaba frente a mí y temí por un segundo que fuera todo producto de mis alucinaciones.

“Doppelkern”, se escuchó en el aire mientras yo buscaba con la mirada de dónde venía su voz.

—¿Qué es eso? —pregunté con hartazgo de sus jugueteos— ¡Deja de esconderte, ya sé que eres tú!

Finalmente él se dejó ver frente a mí, pareciendo casi como si se materializara sentado sobre la cama, con esa hermosa sonrisa, esos ojos hechizantes y una camisa azul que contrastaba con el color escarlata de sus orbes.

—Te explicaré pero deja de verme como si fuera a matarte.

¿Qué más podía hacer?, estaba metido en la boca del lobo y negociar no era una opción. Cerré los ojos un segundo dando un marcado resoplido y me fui a sentar en el piso con las piernas cruzadas.

—Empieza a habar pero si no me convence tu historia, te mataré aquí mismo.

Doppelkern es cuando uno o más cuerpos comparten la misma alma. Es un hecho casi extraordinario pero sucede, como si las dos personas fueran gemelos sin serlo, compartiendo un lazo más profundo que la sangre. Un mismo destino, un corazón partido en dos. Seguramente lo entiendes porque también tienes un doppelkern.

Aunque sinceramente el término era nuevo para mí, la sugerencia de esa posibilidad me remontó al recuerdo de aquel muchacho taciturno con el cual solía vivir y de quien me había encargado durante muchos años tras haber asesinado a su “Maestra.

—Mi doppelkern es Ludwig —agregó con cierto recelo, como si el mencionarlo lo pusiera en mala forma— Por eso es natural que sepa tanto de ti, Kurai.

—No me gusta que cualquiera use mi nombre real —espeté mirándolo con rabia contenida; ni siquiera Ludwig me llamaba así— Por mucho que digas que tienes que ver con él, no puedo creerte.

Me levanté del suelo y con toda la calma del mundo fui a tomar el arma que Ludwig escondía en un compartimento secreto del clóset. Luego le apunté a la distancia con la pistola cargada.

—Era en serio lo que te dije —murmuré con una sonrisa sádica de lado a lado— No me convenció tu historia así que te mataré. Ya después veré cómo deshacerme de tu cuerpo.

Muy lejos de toda posible predicción, ese hombre se levantó y se puso directamente contra el cañón de la pistola, sin ningún asomo de preocupación.

—¿Te gustaría saber dónde está Ludwig?

A veces hay decisiones en nuestra vida que sólo son el comienzo de toda una serie de acontecimientos en cadena que pudieron haberse evitado con sólo decir “no” o con reprimir una acción o comentario. Pero de haber dicho “no”, ¿eso realmente evitaría lo que estaba a punto de hacer? Probablemente con el tiempo lo habría descubierto por mi cuenta y todo desembocaría en el mismo desenlace.

Terminé asistiendo mientras me guardaba el arma en el pantalón, admirado por su temple y habilidad de negociación. Era como si conociera mis debilidades a la perfección y se aprovechara de estas para manejarme.

—Al menos dime cómo te llamas.

Minutos después, cuando me encontraba en el asiento del copiloto, mirando las luces de la calle encenderse una por una dando paso al anochecer, sus palabras aún resonaban en mi cabeza, en el silencio sólo acortado por el suave motor de su Lamborghini

“Nanjo Koji”, un nombre que repetiría en susurros de ahora en adelante.

0 Comentarios

Follow Me On Instagram