Believer -【Delusions】

Entender a alguien y complementarse con alguien son eventos que no ocurren a menudo pues en el camino de la comprensión se suscitan innumerables obstáculos que, de no superarse, provocan que las relaciones colisionen en un desastre.

—¿Tienes miedo?

Esa voz tan envolvente, tan sofisticada… es la primera vez que percibo con oídos meticulosos tales cualidades, en el instante en que me permito despojarme de pensamientos pesimistas, comprendiendo que nadie me estaba forzando a él, pues desde el principio yo decidí irme.

—No tengo miedo pero ¿es necesario que me tengas así?

Mientras me muevo, el sutil chasquido de metal de hace presente, causado por las esposas que me tenían cautivo al respaldo de la cama, como si estuviera siento sometido a alguna sesión bondage, más no era el caso (o eso supuse).

—Si lo hago vas a escaparte.

La mirada de este hombre asemeja a la de un demonio insaciable, dispuesto a arrastrarme a la locura con cada roce, cada beso…
Aun así sería hipócrita afirmar que me disgusta.

—No lo haré, sólo un rato.

Su mano sobre mi mejilla se siente tan fría, pero pronto recuerdo que él no era humano sino un demonio… como yo.

—Está bien…

Una vez que me liberó y me metí al baño, pude escuchar sus pasos cerca de la puerta, así que coloqué el seguro buscando un poco de privacidad. Sin embargo al estar listo para salir, no lo hice y me quedé parado frente al lavabo, mirando en el espejo mi rostro demacrado.

—Kurai, ¿estás bien?

No respondí de inmediato. En lugar de eso abrí el grifo y me lavé la cara repetidas veces, queriendo deshacerme de un fuerte aroma a sangre que sólo estaba en mi cabeza.

—Ya salgo.

Cuando abrí la puerta, él estaba ahí con una expresión de angustia que me causó gracia porque ¡vamos, sólo había ido al baño! No era como si fuera a matarme o ahogarme en la tina a propósito.
Quise gritarle “me molesta todo de ti”, pero contuve el impulso, pasando de largo su persona y recorrí la cortina de la habitación, dejando entrar la brisa nocturna.

—¿Aún piensas en Ludwig?

—No es eso, es que… sólo no… —chasqueé la lengua en un intento por recuperar la coherencia de mis palabras— ¿Qué demonios viste en mí? Podría hacerte una lista enorme de todo lo que está mal conmigo ¿y aun así seguirías diciendo que te gusto?
¿No será que sólo quieres sexo y ya?

Mi discurso hizo mucho más que sólo enfadarlo; lo enfureció al punto en que me dio un jalón y para cuando reaccioné, estaba tumbado de cabeza, con medio cuerpo fuera de la ventana ahora abierta, mirando fijamente el vacío de la noche.

—Si eso piensas, tírate ahora mismo y mátate.

Me estaba sujetando de ambos brazos, siendo sus manos el único soporte que evitaba que me fuera de espaldas directo contra el suelo, por eso cuando soltó esas palabras tan gélidas, me paralicé, incapaz de articular palabra.

Fui demasiado afortunado porque no me dejó caer, jalándole de regreso a la habitación, donde me desplomé de rodillas, temblando.

—No quiero morir aún…
—¡Entonces deja de decir estupideces!

Aunque te deseé con tal obsesión, me convertí en un masoquista para expiar todos mis pecados.
Tú crees que no es necesario, pero así, sólo así, seré capaz de alcanzar la Golconda. 

Con una mano apoyada en el marco de la ventana tomé el impulso necesario para levantarme, yendo hacia la puerta principal sin siquiera mirarlo.

—Voy a salir. Si vienes conmigo o te quedas no me interesa.

Qué ingenuidad la mía pensar que me iba a dejar solo, aunque resultó ser más accesible de lo que creí. Tras meditarlo unos segundos, abrió la puerta utilizando una tarjeta electrónica y de ese modo bajamos juntos por el elevador, abordando su vehículo minutos más tarde.

No tenía idea de adónde ir, sólo estaba esa imperiosa necesidad de salir de aquellas cuatro paredes. Por tal motivo dejé recaer esa decisión en él y en cuestión de minutos nos encontrábamos recorriendo las urbes de la ciudad, donde resaltaba el flujo de turistas y extranjeros disfrutando de las tiendas y centros comerciales con sus estridentes anuncios en neón.

—¿Pensaste en algo qué hacer Koji? —preguntaba sin mucho interés, apoyando la cabeza contra el respaldo del asiento de copiloto.
—No has comido nada desde ayer así que iremos a un restaurante.
¿Te gusta la comida italiana?
—Nunca la he probado —admití con cierta vergüenza al pensarlo como un hombre de mundo, sin importar si era real o sólo una fachada.
—Entonces será tu primera vez —comentó con ese tono seductor, dando la impresión de que no hablábamos precisamente de comida.

No obstante, antes de que llegáramos a comer, hizo una parada en una de esas tiendas de ropa especializada donde destacaba un letrero en neón magenta que no me molesté en leer, más interesado en interrogar a Koji del por qué su cambio de rumbo.

—¿Por qué nos detenemos?
—Voy a comprarte algo de ropa —alegó con la más obvia de las respuestas.
—¿Estás bromeando? No soy una jodida mujer como para que me quieras comprar ropa
—No seas amargado Kurai. Yo también compraré algo.

Sin darme tiempo de insistir en declinar la propuesta, se bajó del auto llevándome a jalones a la tienda, donde una vez dentro pude ver con desinterés las filas de prendas colgadas y agrupadas por tipo, resaltando en el fondo un letrero brillante, del cual (a causa de unas prendas que bloqueaban la vista) sólo alcanzaba a leerse la palabra “Sex”.

—Uh…

Volví la mirada a Koji, quien estaba tomando varias prendas, entre ellas algunas elegidas para mí.

—Ven, quiero que te pruebes todo.
—Está bien, pero no vayas a quejarte después si se me antoja la tienda entera.

Él pareció captar el humor de mi comentario porque esbozó una sonrisa inesperadamente cálida, guiándome hasta donde se encontraban los probadores, ubicados en un largo pasillo decorado con la misma algarabía que el resto de la tienda.

—¿Qué ropa te probarás? —pregunté casualmente, tomando la libertad de escoger el probador pues no había nadie más por el momento.
—Ninguna.

Volteé a verlo desconcertado y para cuando me giré, ya estaba siendo acorralado dentro del probador.

—¿Qué estás…?

Su más de metro ochenta en verdad imponía, contrastando en ese momento con una expresión cargada de infinita tristeza.

—¿Me odias Kurai?

Me obligó a verlo de frente, ya que su pregunta me hizo desviar la mirada, sujetándome del rostro con ambas manos, sólo así pudiendo contemplar la magnífica estela de expresiones reflejadas en sus ojos.

—No te odio…

Anticipándome a sus deseos, mis ojos se fueron cerrando, percibiendo al poco rato la suavidad de sus labios inesperadamente cálidos.

—Oye…

Se percibía impaciente, con una boca que no se quedaba quieta, deslizándose a través del hueso de la mandíbula hasta mi cuello, donde provocó una descarga de placer que me hizo gemir.
Quise reaccionar de otro modo, pero me vi atrapado en la emoción del momento a tal grado que no me importó estar en un lugar público.

Pero ¡ah! Maldito sea. En cuanto me notó completamente dispuesto a ceder a sus caprichos, se separó presumiendo una sonrisa socarrona, dejándole solo en el probador.

—Anda, pruébate todo que quiero ver.

Estuve a punto de estallar ahí mismo al sentirme humillado por caer en esas seducciones baratas, pero preferí dejarlo ir, comenzando con el primer atuendo, que si bien no estaba mal, era ropa a la cual no estaba acostumbrado, siendo esta una mezcla de colores vivos con negro y varios elementos de metal adornándola.

Le dirigí a Koji una expresión de descontento en cuanto salí del probador, sin embargo él pareció fascinado.

—Te ves bien…
—No creo que esto sea lo más… adecuado para ir a un restaurante italiano —recalcando tal lógica mientras me veía en el espejo.
—¿A quién le importa eso? Te queda bien.
Media hora más tarde acabamos yendo al restaurante ataviados con esos peculiares atuendos y atrayendo las miradas de gran parte de los comensales, aunque Koji parecía acostumbrado a ello.
—Escucha… sé lo que tratas de hacer pero ya para.
—¿De qué hablas?

Lo vi más enfrascado en el vino tinto que en la comida, pero no daba señales de estarse embriagando a pesar de llevar más de media botella vacía.

—No tienes por qué impresionarme como si fueras un maldito pavorreal —no pude ocultar la molestia, levantándome de la mesa y yendo directo al sanitario sin darle tiempo de responder.

Una vez dentro de uno de los cubículos, me senté sobre el retrete, llevándome una mano a los ojos.
¿Por qué no lo reconocía ya? Por mucho que lo intentara esa situación no iba a llevarme a ningún lado, mucho menos llenar el vacío que había dejado Ludwig en mí; fue irremediable que mi cabeza vagara en un sinfín de preguntas sin respuesta.

¿Por qué se había enamorado de otro?
¿Tan aburrida se había vuelto nuestra relación?

Ahora que lo recordaba, antes de descubrir su engaño, Ludwig y yo peleábamos constantemente con palabras cada vez más fuertes y cuando pensé que todo se estaba calmando, él empezó a ignorarme, poniendo de por medio sus deberes y su trabajo.

¿Qué si pasaba lo mismo con Koji?

Tocaron a la puerta del baño tres veces y por lógica asumí que se trataba de Koji, así que abrí la puerta de golpe y solté una bofetada con la mano cerrada.

—¡Koji, lárgate! ¡Deja de seguirme a todos lados! —exclamé percatándome de que mi golpe había sido parado en seco y ahora tenía la muñeca firmemente agarrada.

—Oi oi, qué energía tienes chibi, pero deberías fijarte antes de atacar. Yo no soy ese tal Koji.

Me quedé helado; por dejarme llevar por la ira casi golpeaba a un completo desconocido.

No podría tener más mala suerte.

0 Comentarios

Follow Me On Instagram