Debí suponerlo.
Eran casi las cinco de la mañana cuando llegué pero él ya no estaba ahí; se había marchado, probablemente desde hace horas. Ninguna de sus pertenencias más importantes estaba ahí y seguramente se fue con tanta prisa que había olvidado cerrar la puerta con llave. Todo estaba tan silencioso sin él… no lo culpaba; después de todo yo lo abandoné antes.
Debía imaginarlo, sin embargo yo corrí detrás de una falsa esperanza enterrada en el pasado. No entendía por qué me sentía así; venía escapando porque estaba cansado de ser el prisionero de Herzog y ahora regresaba a su departamento, como si nada malo pasara. ¿Qué ya me había acostumbrado tanto a estar cautivo que ahora lamentaba mi libertad?
Conforme revisaba el sitio con la esperanza de encontrar al menos una nota, di con mi celular en el buró al lado de la cama, con varias llamadas perdidas y mensajes sin leer. La mayoría de las llamadas eran de Kanda y los mensajes eran de otras personas buscando desquitar su aburrimiento conmigo, sin embargo no contesté ninguno de los mensajes y borré todo junto con esos números.
Una vez resuelto ese pendiente, me acosté quitándome previamente el calzado sin durar mucho tiempo en la cama al sentir algo duro en la cabeza que me obligó a incorporarme enseguida. Al bajar la mirada, vi que casi me acostaba encima de lo que parecía ser un estuche de disco, con la inscripción “KING & QUEEN”, en una portada improvisada.
Debí haber estado muy distraído para no verlo antes y por mera curiosidad lo tomé entre mis manos abriendo el estuche. No tenía nada más escrito, era sólo un disco grabado y ni siquiera venía si era una canción, un álbum o sólo un disco de datos.
—Debió olvidarlo —murmuré. No estaba de más probar suerte así que me levanté yendo a la sala donde se encontraba el reproductor de música y coloqué el disco. Entonces comenzó a sonar una canción con una voz masculina, en un estilo que no reconocía. Me sorprendió escuchar una letra japonesa, pues ignoraba que Herzog tuviera esa clase de gustos, y poco a poco comencé a captar algunas frases de la canción. Hacía mucho tiempo que no usaba mi idioma “original”, me costaba trabajo comprender la letra, tanto que tuve que volver a poner la canción más de una vez.
“Aquí, el trono busca a su amo.
Oculta las palabras reales, tratando de interpretar esa falsa actitud
¿Qué hay de la zona de confort entre el rebaño de ovejas?
Entonces, ahora tienes la misma cara, escapa de la procesión fúnebre
En lugar de buscar la mano del juego, muéstranos como vuelas hacia el cielo que deseas.”
Sin duda era una letra extraña. ¿La mano de juego?... Comenzaba a preguntarme si de verdad se olvidó de este disco o lo había dejado a propósito. Ah, pero ¿qué clase de persona deja atrás una canción en lugar de sólo una carta? No tenía mucho sentido para mí.
“La luz que brilla en el camino, comprendí la premonición
Como cuando el destino es predicho, cruza por encima de las espinas.
Un verso libre, es libre; una jaula fija no es libre
Incluso en este instante, la elección se ve obligada.”
Me senté en el sillón y cerré los ojos conforme seguía sacando la letra de tan peculiar canción.
“Quien sea el aliado, utiliza esos ojos para confirmarlo
Muestra la realidad que es más extraña que una novela, en plena luz del día.
La luz que es capaz de iluminar la oscuridad; mantén la fe en tu tormento
Hacia la noche roja que parece estar a punto de romperse, besémonos”
No pude evitar suspirar casi con nostalgia por esa última parte. ¿Acaso extrañaba ya a Herzog o sólo me sentía conmovido por la canción? De cualquier forma continué escuchando con atención, conforme la melodía alcanzaba el final poco a poco.
“El deseo, no es de esperar
Si cierras tus ojos, probablemente puedas verlo, ¿podrás?”
De repente abrí los ojos con sorpresa, era casi como si esa canción me estuviera… ¿hablando?
No… era ridículo, sólo era una canción. Herzog la había dejado por error, la había olvidado y ahora yo me encontraba buscándole significados imaginarios que no tenían nada que ver con la realidad. Eso era.
“Ah, el mundo sin color, escribiendo cosas de más para mí mismo
La última de las aventuras, al final, quiero reír contigo.
Viviendo en el incesante mundo, ahora, comprendo la premonición
Nosotros tal como somos ahora, debajo de los deseos del mundo que deseamos.
Acaba con el dolor.
Busca la luz.
Di mi nombre.
Cierra los ojos”
Hubo un largo silencio cuando la canción terminó esta vez sin volver a repetirse. Rememoré todas y cada una de las frases como si mi mente fuera una grabadora, tratando de comprender por qué motivo estaba ese disco en la cama. No creía ya que pudiera ser casualidad, debía haberlo hecho a propósito, pero él no era así…
Tenía que encontrarlo. Aún no sé qué es lo que yo no puedo darle.
De un modo extraño y obsesivo, me refugié mucho tiempo en esos brazos ajenos, intentando echar a tierra todo mi pasado y enterrarlo. Nunca le había dicho el dolor que sentía, pero seguro se daba cuenta por mi mirada tan cabizbaja y mi carácter tan a la defensiva. Por eso en los peores momentos en que ya no podía más conmigo mismo, me abrazaba o me besaba arrebatadamente, repitiendo en fina voz “no estés enfadado”, como si al invadir mi cuerpo, buscara alcanzar mi alma.
¿Pero por qué? ¿Por qué ese hombre se molestó tanto tiempo en alcanzarme? Si él decía que no me quería, que sólo lo hacía porque le pertenecía, una posesión más. ¿Entonces por qué?
No es que todos los momentos con él fueran malos, sólo no lograba entenderlo, pero tenía la corazonada de que él se sentía… tan solo como yo.
Me levanté del sillón cual sonámbulo sin molestarme en volver por mis zapatos y salí a la calle caminando sin rumbo, sólo pensando en encontrarlo. Hacía frío por la cercanía del amanecer y este me calaba profundo adormeciendo mis sentidos. Me parecía estar en un sueño a pesar de que sentía el pavimento en mis pies descalzos.
—Si al menos me hubiera puesto la gabardina. Qué idiota…
Siempre estoy actuando tan impulsivamente, empujado por mis instintos. Nunca nadie supo por qué hacía las cosas, ni siquiera yo mismo, pero tampoco nadie se molestó en averiguar qué era lo que en verdad sentía; sólo asumiendo todo sobre mí. Sin embargo no lamentaba nada porque todo era parte de mi libre albedrío y debía asumir la consecuencia de mis actos.
Estaba bastante oscuro así que apenas veía por donde caminaba. Metí las manos en los bolsillos del pantalón cuidando de no dar traspiés entre esa penumbra, pero de repente, una intensa luz me deslumbró y tuve que detenerme en seco para cubrir mis ojos con el brazo y ver lo que sucedía; un Mercedes Benz venía acercándose despacio y se estacionaba cerca de la acera, justo a un lado de mí. Entonces la ventanilla del lado del copiloto se abrió.
—Métete, hace frío.
Herzog me miraba fijamente desde el interior del auto, con los ojos algo rojos, aunque ignoraba la razón de su estado. Sin decirle nada, me subí al auto y dirigí inmediatamente la mirada hacia la ventana cuando este empezó a moverse, subiendo un pie sobre el asiento desgarbadamente. Podía sentir su mirada pero no me molesté en corroborar esta sensación hasta que dijo algo en su idioma nativo, algo que no comprendí en ese momento pero que lo decía con un tono de arrepentimiento.
—Entschuldigung….
Dimos varias vueltas yendo a ninguna parte mientras un silencio sepulcral se apoderaba del pequeño ambiente que ahí teníamos. Me desesperaba; quería que dijera algo, que me gritara, que maldijera, ¡lo que fuera! Ese silencio e incertidumbre me estaban matando y sin darme cuenta comencé a clavar ansiosamente las uñas en el asiento. No sé si él notó esa reacción de mi parte, pero susurró tajantemente un “volvamos” antes de empezar a manejar de regreso a su departamento.
Suspiré aliviado al escuchar esa simple palabra y bajé el pie del asiento acomodándome bien. Entonces hizo algo inesperado; me atrajo hacia él para que pudiera recargarme en su cuerpo y aunque en un principio mostré recelo por esto, pronto tomé la confianza suficiente y me quedé mirando el camino abstraídamente, sin pensar en nada en particular.
Cuando llegamos al departamento, ninguno de los dos se bajó. Finalmente Herzog dijo algo más allá de una sola palabra tras dar un largo suspiro, como si se estuviera conteniendo de hacer algo diferente.
—Dime… ¿qué voy a hacer contigo si las cosas siguen así?
—Es tu culpa —espeté sintiendo un escalofrío, pero no precisamente por el frío de la madrugada.
—¿Por qué?
¿Por qué? ¿Aún tenía el descaro de preguntarlo? ¿Entonces de qué se trataba todo eso? Todo ese tiempo encerrado con él, sus maltratos y ultrajes, todo lo que se había atrevido a hacerme como si yo fuera cualquier cosa, como si yo…
Pero… ahora que recordaba, siempre que me trataba mal era por mis provocaciones y en ningún momento, por más duras que se pusieran las cosas, optaba por irme.
Abrí más los ojos sintiendo una especie de dejavú que me confundió y acabé renegando de mi afirmación.
—No lo sé… Olvida que dije eso.
“Yo sólo quiero ser reconocido por ti”.
Desde el principio cuando te vi en esa cafetería y supe que habías sido tú quien me había salvado de suicidarme, entendí que aquello no era producto de la casualidad. Yo debía conocerte en ese justo instante, por eso me empeñé en seguirte, por eso quería demostrarte que yo era diferente y buscaba satisfacer lo que precisamente estabas buscando. Pero era frustrante no entenderte ni saber lo que estabas pensando, estando al tanto que te sentías tan solo como yo y no poder hacer nada para cambiarlo. Porque también quería que fueras diferente, tú que has sido mi refugio por tanto tiempo…
—¿Cómo no vas a saberlo si me estás culpando de algo? Siempre estás haciendo estas cosas sin fundamento: Escaparte así, rompiendo cosas en mi casa, lastimándote y engañándome, pidiéndome que te castigue… No estoy dispuesto a aguantarlo, así que vamos a resolver esto aquí o ninguno va a salir de este auto.
Reafirmando su declaración, activó el seguro de todas las puertas para prevenir que saliera.
—No tienes que aguantarlo… —dije mirando al frente, sin poder decir todo lo que estaba pensando; sentía que estaba a punto de decepcionarme.
—Yami… —me vio dubitativo, como repasando lo que estaba por decir, como si temiera arrepentirse de revelarlo. Eso capturó toda mi atención y le vi de soslayo— lo que yo deseo… es complementarme con alguien.
—¿Complementarte?...
Me giré en su dirección viéndolo con desconcierto, como si no pudiera creer que me dijera lo que tanto había anhelado saber y lo simple que era eso. Fue extraño porque en ese momento sentí ganas de llorar, pero mi rostro permaneció impávido.
—Herzog… ¿tú crees que estoy loco?
—Mucho.
Pero…—se sonrió con ironía— yo también lo estoy.
Quisiera poder comprenderte Herzog, porque siento que hay algo que no me estás diciendo y que debería conocer.
—¿Tú sabes lo que los humanos hacen todo el tiempo? —pregunté con la sonrisa típica de aquel que está por revelar un gran secreto, pensando en mi pasado— Prometen cosas, hacen juramentos, tratos… para ganarse la confianza de alguien, para obtener algo y una vez que lo tienen, desechan todo olvidándose de sus palabras.
—Yo no estoy ganando nada tratándote así o teniéndote conmigo a la fuerza. El único que gana aquí eres tú. ¡Yo no estoy ganando nada!
Lo vi golpear el auto con desesperación; de las pocas veces que lo veía así, siempre era por algo que yo había hecho.
—Yo no gano nada… el que me está utilizando y me odia eres tú.
Me sorprendió que dijera eso, porque justamente era yo quien pensaba de ese mismo modo.
—No te odio, yo sólo quería…
—Mentiroso —dijo interrumpiéndome, pero volví a retomar mi discurso.
—¡Yo sólo quería probarte que podía cumplir tu deseo, fuera lo que fuera!
Me miró gélidamente pero permaneció en silencio por un buen rato, pareciendo incrédulo por lo que había confesado. Luego sonrió burlonamente viendo hacia un lado, presumiblemente rememorando hechos pasados.
—¿Por eso siempre pones esa cara tan lastimera cuando discutimos o estoy por irme?
—¿Qué? —no entendía por qué sacaba algo así a colación y a lo mejor sólo buscaba ridiculizarme—Yo nunca he hecho eso, y aunque lo hiciera, eso no significa nada.
—No significa nada. ¿Seguro?
¿Por qué estabas así en la calle a estas horas?
Pensé primero en el momento en que decidí escaparme. Esa misma noche discutía con él fuertemente, por una broma pesada que le había jugado fingiéndome intoxicado, en un intento maquiavélico de saber si yo le importaba. Después de destrozar varios adornos de su casa me marché sin más, argumentando que estaba harto. Luego recapitulé lo que había ido a hacer en aquella casa a la que no pensaba volver jamás y en el disco que había encontrado sobre la cama de Herzog.
No quería que él supiera que había ido a buscar a otro, así que tuve que mentirle.
—Quería caminar un rato…
—¿Descalzo? No te creo. ¿De qué me culpas?
—Quería… porque me rechazas.
Yo sólo quería sentir lo que es depender de verdad de alguien.
—¿Cómo quieres que te acepte?, yo ya te había aceptado. ¿Cuándo te rechace?
Mejor dicho, ¿cuándo has intentado venir a mí? ¿Cómo voy a rechazar a alguien si no se acerca?
—Cuando me acerco lo haces —dije hundiéndome en el asiento, dando un suspiro.
—¿Cuándo fue eso? Tú mismo te alejas y dices que te doy igual.
Ya te habría dejado hace mucho tiempo si te rechazara.
La conversación parecía haber llegado a su fin porque escuché el “click” de los seguros que indicaban que podía irme ya, sin embargo no me moví. Apenas mirándolo, aproveché que él había cerrado los ojos para poder acercarme despacio y abrazarlo. Él correspondió este abrazo repentino con fuerza y me hundí más en su embriagante calor.
—Hace frío…
De nuevo temblaba, pero de nuevo no era por el clima.
—Sube a dormir… —murmuró pero no se le veían intenciones de soltarme.
—Quiero quedarme aquí…
Seguro no entendía nada de lo que pasaba, yo tampoco lo entendía del todo. Percibí como me echaba encima algo que había tomado del asiento trasero, probablemente un saco o un suéter y sentí gran desconcierto por mi fortuita sinceridad.
—Sólo quería ver si te importaba que no estuviera —mencioné haciendo referencia a la pesada broma que le había hecho, fingiéndome a punto de morir.
—Tuve mucho miedo… No quería que ocurriese, no… —sus palabras se amontonaban en su boca como si no supiera explicarse— No, tú no debes…
—¿No debo? —alcé la cabeza mirándole.
—Yo no quiero perderte.
Si verdad… si de verdad no quieres perderme, no vuelvas a dejarme ir así. Si de verdad no quieres perderme, déjame permanecer a tu lado, aunque yo no sea la mejor de las personas. Mis pecados son demasiados y yo ya no sé cómo remediar todo lo que te he hecho sufrir.
—Escuché la canción —dije vagamente, pero él sabía de qué estaba hablando y contestó con un "ya veo" tan tranquilamente, que comprobé mis sospechas de que lo había hecho a propósito.
No puedo creer lo que estoy a punto de decir, pero creo que es hora de que deje de estar engañándome.
—Ludwig…
—Dime —me miró con sorpresa; nunca lo llamaba por su nombre. Yo en cambio bajé la cabeza escondiéndome en su hombro, como si fuera un niño. Entonces me decidí a pronunciar aquellas palabras por primera vez en un hilo de voz porque había comenzado a llorar.
—Te… quiero…
No te decepcionaré si tú no me decepcionas tampoco. A partir de este momento voy a confiar en ti y espero que puedas entender que estar conmigo no será sencillo, pero que haré todo lo posible por hacerte feliz, porque de todas las personas que he conocido, has sido el primero que ha visto a través de mí… y no ha pensado en mí como algo malo.
—Yo también…
…gracias…

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