Ya no había nada más que hacer en ese lugar y mucho menos tenía deseos de permanecer ahí, pero mientras bajaba las escaleras para llegar a la calle, una extraña sensación me llegó y busqué con la mirada si acaso había algún testigo de mi juego, sin ver nada más que las luces de la calle, así como los árboles mecidos por la brisa nocturna. Caminé entonces para regresar a mi hogar, pero una voz a mis espaldas me sobresaltó.
—¿Qué hiciste con él?
Pese a la sorpresa mantuve la calma y me di la vuelta despacio sólo para ver a B.B. con su aire relajado pero de mirada aguzada, esperando una respuesta de mi parte.
—¿Con quién? —pregunté con disimulo desconcertado, pero sabiendo que no podría engañar a alguien como él.
—Ese chico del parche, Lavi Bookman —contestó, lo cual me causó un escalofrío— Lo he estado vigilando desde hace un par de días; resulta que su fecha no tiene año.
Así que el rumor era verdadero.
Muchas cosas se decían de B.B., algunas escandalosas, otras infantiles, pero de entre todos esos rumores, destacaba uno en especial que afirmaba que él era capaz de predecir la muerte de cualquier persona.
—Ya veo, pero sigo sin entender.
No tenía por qué admitirlo, de cualquier forma no había posibilidad alguna de que yo fuera descubierto y aunque él sospechara, no había forma de que pudiera demostrarlo.
Me quedé mirándolo y él se acercó a mí. Pensé por un instante que haría algo pero sólo se siguió de largo murmurando tras quedar justo a mi diestra, momento que sólo duró unos segundos para mí eternos.
—Lo que sea que hayas hecho, recuerda limpiar meticulosamente.
Entonces se fue, dejándome completamente desconcertado y antes de doblar una esquina donde lo perdí de vista, juré escucharle un “qué desperdicio". Aquello me dejó aún más intranquilo pero resistí el impulso de seguirlo para volver a mi camino, tratando de no pensar en nada.
Craso error.
Mientras más buscaba despejar mi mente de todo pensamiento, más llegaban a raudales haciendo que sintiera interminable el camino a casa por aquellas oscuras y solitarias calles en las que apenas uno que otro coche pasaba deslumbrándome con sus luces. Mis piernas seguían andando, pero sentía el cuerpo completamente ajeno a mí conforme la imagen de Fran haciéndolo con Lelouch y Hatsuharu, el recuerdo de Yoite con Yukimi-sensei, la culpa por lo que había hecho a su hijo… todos eso me iba abrumando al punto de no poder más conmigo mismo y poco a poco sintiendo que la cordura que aún tenía se me iba escapando a la velocidad de mis pasos, de un momento a otro me hallé muy cerca de mi casa, observando el puente peatonal que por razones obvias me negaba a atravesar, por muy duro que estuviese el tráfico.
Esa noche sin embargo era la excepción y casi no había automóviles recorriendo la avenida. No obstante, al mirar fijamente ese puente caminé de forma automática hacia las escaleras y subí en cuestión de segundos hasta encontrarme en la cima del mismo, donde me quedé quieto con ambas manos sobre las barras, viendo el camino hacia el frente.
Enseguida, como movido por una fuerza externa a mí, comencé a caminar observando cómo el tráfico paulatinamente iba aumentando, lo que me hizo echar mano de mi celular para verificar la hora, dándome cuenta de que todo tenía sentido.
¿Sentido? No era algo que pudiese explicar con palabras. Sólo lo sabía.
Continúo mi camino a través de ese umbral en plena oscuridad con la mirada cabizbaja, tratando de recordar si había cerrado bien el departamento después de tomar algo de dinero y dejar el auto en el estacionamiento. En esos momentos no me apetecía usar el automóvil, pero no era gran problema en realidad; eran cerca de las 5 de la mañana, hora en que la gente normalmente iba a sus respectivas labores, salía a ejercitarse, entre otras cosas.
Ese día sería la excepción para mí, faltaría a mi enseñanza en la institución, pero poco importaba en esos momentos. No había dormido en toda la noche y pese a ello no me apetecía dormir. Ahora necesitaba un lugar tranquilo, lejos de todo y de todos.
Reí.
Aquello era jodidamente irónico.
Parado en la mitad de un puente peatonal pero en realidad odio las alturas. Los autos pasan y pasan sin descanso y me pregunto a dónde irán todas esas personas con tanta prisa a estas horas de la noche.
¿Noche?, torpe de mí. Si es de madrugada ya.
Tomo una foto de aquel paisaje urbano con extraña tranquilidad y me quedo viendo el suelo, sintiendo como si este me atrajera, induciéndome a saltar. Un pensamiento suicida tal vez, pero cuando recupero la conciencia de mí mismo, me doy cuenta de que cuando intente saltar, no habrá nadie que me lo impida.
Eso es lo peor de todo.
Y quizás también lo mejor.
Con contradictorio cuidado me sujeto de los barandales de un lado del puente y subo mis pies a la barra inferior escalando el mismo, de forma que mi cuerpo sobresalió más allá del límite que las mismas barras imponían a modo de protección, provocándome una repentina descarga de euforia que me hizo reír catárticamente, mas mi voz se apagaba por el mismo ruido del tráfico.
—Qué estupidez… Qué estupidez… Qué estupidez… Qué estupidez…
Entonces, me dejé caer.

—¿Qué hiciste con él?
Pese a la sorpresa mantuve la calma y me di la vuelta despacio sólo para ver a B.B. con su aire relajado pero de mirada aguzada, esperando una respuesta de mi parte.
—¿Con quién? —pregunté con disimulo desconcertado, pero sabiendo que no podría engañar a alguien como él.
—Ese chico del parche, Lavi Bookman —contestó, lo cual me causó un escalofrío— Lo he estado vigilando desde hace un par de días; resulta que su fecha no tiene año.
Así que el rumor era verdadero.
Muchas cosas se decían de B.B., algunas escandalosas, otras infantiles, pero de entre todos esos rumores, destacaba uno en especial que afirmaba que él era capaz de predecir la muerte de cualquier persona.
—Ya veo, pero sigo sin entender.
No tenía por qué admitirlo, de cualquier forma no había posibilidad alguna de que yo fuera descubierto y aunque él sospechara, no había forma de que pudiera demostrarlo.
Me quedé mirándolo y él se acercó a mí. Pensé por un instante que haría algo pero sólo se siguió de largo murmurando tras quedar justo a mi diestra, momento que sólo duró unos segundos para mí eternos.
—Lo que sea que hayas hecho, recuerda limpiar meticulosamente.
Entonces se fue, dejándome completamente desconcertado y antes de doblar una esquina donde lo perdí de vista, juré escucharle un “qué desperdicio". Aquello me dejó aún más intranquilo pero resistí el impulso de seguirlo para volver a mi camino, tratando de no pensar en nada.
Craso error.
Mientras más buscaba despejar mi mente de todo pensamiento, más llegaban a raudales haciendo que sintiera interminable el camino a casa por aquellas oscuras y solitarias calles en las que apenas uno que otro coche pasaba deslumbrándome con sus luces. Mis piernas seguían andando, pero sentía el cuerpo completamente ajeno a mí conforme la imagen de Fran haciéndolo con Lelouch y Hatsuharu, el recuerdo de Yoite con Yukimi-sensei, la culpa por lo que había hecho a su hijo… todos eso me iba abrumando al punto de no poder más conmigo mismo y poco a poco sintiendo que la cordura que aún tenía se me iba escapando a la velocidad de mis pasos, de un momento a otro me hallé muy cerca de mi casa, observando el puente peatonal que por razones obvias me negaba a atravesar, por muy duro que estuviese el tráfico.
Esa noche sin embargo era la excepción y casi no había automóviles recorriendo la avenida. No obstante, al mirar fijamente ese puente caminé de forma automática hacia las escaleras y subí en cuestión de segundos hasta encontrarme en la cima del mismo, donde me quedé quieto con ambas manos sobre las barras, viendo el camino hacia el frente.
Enseguida, como movido por una fuerza externa a mí, comencé a caminar observando cómo el tráfico paulatinamente iba aumentando, lo que me hizo echar mano de mi celular para verificar la hora, dándome cuenta de que todo tenía sentido.
¿Sentido? No era algo que pudiese explicar con palabras. Sólo lo sabía.
Continúo mi camino a través de ese umbral en plena oscuridad con la mirada cabizbaja, tratando de recordar si había cerrado bien el departamento después de tomar algo de dinero y dejar el auto en el estacionamiento. En esos momentos no me apetecía usar el automóvil, pero no era gran problema en realidad; eran cerca de las 5 de la mañana, hora en que la gente normalmente iba a sus respectivas labores, salía a ejercitarse, entre otras cosas.
Ese día sería la excepción para mí, faltaría a mi enseñanza en la institución, pero poco importaba en esos momentos. No había dormido en toda la noche y pese a ello no me apetecía dormir. Ahora necesitaba un lugar tranquilo, lejos de todo y de todos.
Reí.
Aquello era jodidamente irónico.
Parado en la mitad de un puente peatonal pero en realidad odio las alturas. Los autos pasan y pasan sin descanso y me pregunto a dónde irán todas esas personas con tanta prisa a estas horas de la noche.
¿Noche?, torpe de mí. Si es de madrugada ya.
Tomo una foto de aquel paisaje urbano con extraña tranquilidad y me quedo viendo el suelo, sintiendo como si este me atrajera, induciéndome a saltar. Un pensamiento suicida tal vez, pero cuando recupero la conciencia de mí mismo, me doy cuenta de que cuando intente saltar, no habrá nadie que me lo impida.
Eso es lo peor de todo.
Y quizás también lo mejor.
Con contradictorio cuidado me sujeto de los barandales de un lado del puente y subo mis pies a la barra inferior escalando el mismo, de forma que mi cuerpo sobresalió más allá del límite que las mismas barras imponían a modo de protección, provocándome una repentina descarga de euforia que me hizo reír catárticamente, mas mi voz se apagaba por el mismo ruido del tráfico.
—Qué estupidez… Qué estupidez… Qué estupidez… Qué estupidez…
Entonces, me dejé caer.

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