¿Qué hacía precisamente ahí? No lo sabía, pero siempre que mis emociones alcanzaban sus límites, me daba mis escapadas fuera de la ciudad para visitar a una persona en particular a quien consideraba mi desahogo.
No era en sí alguien muy conversador, pero el sólo estar ahí con él y su seriedad abrigada de aparente serenidad me hacía sentir un poco mejor. Y digo “un poco” porque no era exactamente el alivio a todos mis pesares, pero era la única persona en quien por el momento podía depositar un poco de mi confianza, lo cual era suficiente, al menos hasta que recuperara mi centro.
Nuestra relación era extraña por no decir más y si es que se le podía llamar una relación; tanto él como yo sabíamos de la vida amorosa del otro, cosa que en una situación normal resultaría desastrosa, pero que en nosotros no afectaba en lo más mínimo, salvo por uno que otro ataque de celos. Sin embargo algo que estábamos seguros era que ninguno le pertenecía al otro completamente.
—Duermes demasiado —le dije a mi compañero mientras me relajaba en el sillón de la habitación, entretenido solamente en observarlo hecho un ovillo bajo las sábanas. Él sólo hizo un gruñido de inconformidad por mi comentario y continuó durmiendo como si nada.
Me levanté entonces de ahí al ver que sería inútil seguir tratando de despertarlo, saliendo del cuarto paseándome por la penumbra de la casa para buscar en la cocina algo de beber. Pero una fotografía en la mesa de la sala de estar me hizo detener en seco y me acerqué para tomarla entre mis manos y verla contemplativamente.
Era un retrato de él y su actual pareja, Allen Walker.
Esa sola imagen ante mis ojos me hizo recordar la noche en que él me había tomado por la “fuerza” para poseerme y al terminar, se tornó temeroso de que su querido Allen pudiese enterarse de lo que había hecho, haciéndome comprender que yo no tenía ninguna esperanza de ser su preferido. Pero aquello, más allá de llenarme de tristeza, me aliviaba muy adentro, pues hasta el momento odiaba estar atado a una sola persona.
—Pensé que Allen era tu adoración.
—Ah sí… lo es… pero ya te tenía ganas, hahaha, pero… no le digas nada a Allen.
—No obtengo ningún beneficio con eso.
—No… en realidad no… aunque si le dijeses... tu tomarías su lugar como mi pareja y tendrías sexo conmigo cada vez que me apetezca.
—¿Es eso una propuesta?
—¡Hahaha!... Dudo que quieras…
—Tampoco tengo razones para negarme… ¿Es por eso que tienes a ese niño?
—Nah, es porque en serio lo quiero.
—Entonces… ¿por qué dices eso?
—¿Crees que puedo vivir de la monogamia por siempre?
—Jaja, la verdad no… él y tu aman su preciada libertad.
—Ojos que no ven… Mientras yo no me entere de lo que él hace me parece bien. Que haga lo que quiera…
—Ja… eso mismo le dije…
—Es mejor que te calles…
En mi rostro se dibujó una sutil sonrisa y suavemente regresé el retrato a su lugar para continuar mi camino a la cocina, donde tomé un poco de vodka que mi anfitrión solía guardar en la nevera, para servir copiosamente en un vaso de cristal y recargarme contra la pared. Ahí me quedé un buen rato bebiendo hasta que finalmente vislumbré la luz del sol, pero me puse tan borracho que ni siquiera había sentido el tiempo pasar. Yo sólo seguía y seguía para nublar mis sentidos y mi corazón, pero sobre todo para evitar torturarme con los recuerdos de aquella noche tan decepcionante, porque hasta ese día para mí, Fran siempre había estado en un pedestal de inmaculada pureza.
—Basuras, todos son… —mascullé entre mi ebriedad y solté una risa seca, casi mecánica, antes de dejarme caer sentado en el piso de la cocina y comenzar a llorar, ya sin poder contenerlo.
No sabía qué hora era, pero igualmente no hacía demasiado ruido, quizá inconscientemente para no despertar al que en ese momento dormía. No obstante, poco después de haber empezado a llorar, sentí el calor de un par de manos levantarme el rostro, mas la humedad de una boca bebiéndose mis lágrimas silenciosas.
—Kanda…
Aunque no podía enfocar del todo bien, supe que se trataba de él. Después de todo aquella era su casa y su hermano no se hallaba por el momento.
—Te acabaste todo mi vodka. Me lo cobraré ahora.
Lo siguiente que sucedió vagamente lo recuerdo, pero percibí el roce de sus manos una y otra vez por todo mi cuerpo, aunado a unos débiles sonidos que parecían provenir de mi propia boca, así como su aliento caliente sobre mi espalda y un ardor que me quemaba placenteramente por dentro. No entendía que hiciera eso sólo por un par de botellas de licor, pero después imaginé que era su extraña y peculiar forma de curarme el dolor del alma, al menos por un buen rato.
Cuando desperté horas después, me encontré solo sobre su cama, aún con lágrimas secas sobre mi rostro, desnudo y con un mensaje esperando en mi celular que decía, “vuelvo en la tarde”.
—Maldito bastardo hijo de perra, me la hizo otra vez.
Reí por un rato bastante divertido y acostumbrado a esa forma suya de ser y luego me quedé mirando el techo, con un brazo contra la frente hasta que finalmente decidí levantarme para ir al baño a darme una ducha, corroborando mi hipótesis sobre lo que había hecho Kanda conmigo. Pero lejos de darme una satisfacción como era lo acostumbrado, aquello me fue indiferente.
¿Qué podía hacer si mi vía de escape ya no me servía más?
Seguir igual, hasta que mi ser desquebrajado no pudiera más, porque por más que le daba vueltas al asunto, todo me llevaba a una espiral sin sentido.
Common sense and moral are just destroying everything.
If someone has to pay the sins, let me be.
Los pecados.
Ayase, Yoite, Yukimi-sensei, Kayonara, Fran, Haru, Lelouch, Ion… Yo había jugado con el corazón de muchos. Todo esto sólo era consecuencia de mi comportamiento, era mi karma y si de alguna forma quería remediarlo, tenía que pagar.
No era en sí alguien muy conversador, pero el sólo estar ahí con él y su seriedad abrigada de aparente serenidad me hacía sentir un poco mejor. Y digo “un poco” porque no era exactamente el alivio a todos mis pesares, pero era la única persona en quien por el momento podía depositar un poco de mi confianza, lo cual era suficiente, al menos hasta que recuperara mi centro.
Nuestra relación era extraña por no decir más y si es que se le podía llamar una relación; tanto él como yo sabíamos de la vida amorosa del otro, cosa que en una situación normal resultaría desastrosa, pero que en nosotros no afectaba en lo más mínimo, salvo por uno que otro ataque de celos. Sin embargo algo que estábamos seguros era que ninguno le pertenecía al otro completamente.
—Duermes demasiado —le dije a mi compañero mientras me relajaba en el sillón de la habitación, entretenido solamente en observarlo hecho un ovillo bajo las sábanas. Él sólo hizo un gruñido de inconformidad por mi comentario y continuó durmiendo como si nada.
Me levanté entonces de ahí al ver que sería inútil seguir tratando de despertarlo, saliendo del cuarto paseándome por la penumbra de la casa para buscar en la cocina algo de beber. Pero una fotografía en la mesa de la sala de estar me hizo detener en seco y me acerqué para tomarla entre mis manos y verla contemplativamente.
Era un retrato de él y su actual pareja, Allen Walker.
Esa sola imagen ante mis ojos me hizo recordar la noche en que él me había tomado por la “fuerza” para poseerme y al terminar, se tornó temeroso de que su querido Allen pudiese enterarse de lo que había hecho, haciéndome comprender que yo no tenía ninguna esperanza de ser su preferido. Pero aquello, más allá de llenarme de tristeza, me aliviaba muy adentro, pues hasta el momento odiaba estar atado a una sola persona.
—Pensé que Allen era tu adoración.
—Ah sí… lo es… pero ya te tenía ganas, hahaha, pero… no le digas nada a Allen.
—No obtengo ningún beneficio con eso.
—No… en realidad no… aunque si le dijeses... tu tomarías su lugar como mi pareja y tendrías sexo conmigo cada vez que me apetezca.
—¿Es eso una propuesta?
—¡Hahaha!... Dudo que quieras…
—Tampoco tengo razones para negarme… ¿Es por eso que tienes a ese niño?
—Nah, es porque en serio lo quiero.
—Entonces… ¿por qué dices eso?
—¿Crees que puedo vivir de la monogamia por siempre?
—Jaja, la verdad no… él y tu aman su preciada libertad.
—Ojos que no ven… Mientras yo no me entere de lo que él hace me parece bien. Que haga lo que quiera…
—Ja… eso mismo le dije…
—Es mejor que te calles…
En mi rostro se dibujó una sutil sonrisa y suavemente regresé el retrato a su lugar para continuar mi camino a la cocina, donde tomé un poco de vodka que mi anfitrión solía guardar en la nevera, para servir copiosamente en un vaso de cristal y recargarme contra la pared. Ahí me quedé un buen rato bebiendo hasta que finalmente vislumbré la luz del sol, pero me puse tan borracho que ni siquiera había sentido el tiempo pasar. Yo sólo seguía y seguía para nublar mis sentidos y mi corazón, pero sobre todo para evitar torturarme con los recuerdos de aquella noche tan decepcionante, porque hasta ese día para mí, Fran siempre había estado en un pedestal de inmaculada pureza.
—Basuras, todos son… —mascullé entre mi ebriedad y solté una risa seca, casi mecánica, antes de dejarme caer sentado en el piso de la cocina y comenzar a llorar, ya sin poder contenerlo.
No sabía qué hora era, pero igualmente no hacía demasiado ruido, quizá inconscientemente para no despertar al que en ese momento dormía. No obstante, poco después de haber empezado a llorar, sentí el calor de un par de manos levantarme el rostro, mas la humedad de una boca bebiéndose mis lágrimas silenciosas.
—Kanda…
Aunque no podía enfocar del todo bien, supe que se trataba de él. Después de todo aquella era su casa y su hermano no se hallaba por el momento.
—Te acabaste todo mi vodka. Me lo cobraré ahora.
Lo siguiente que sucedió vagamente lo recuerdo, pero percibí el roce de sus manos una y otra vez por todo mi cuerpo, aunado a unos débiles sonidos que parecían provenir de mi propia boca, así como su aliento caliente sobre mi espalda y un ardor que me quemaba placenteramente por dentro. No entendía que hiciera eso sólo por un par de botellas de licor, pero después imaginé que era su extraña y peculiar forma de curarme el dolor del alma, al menos por un buen rato.
Cuando desperté horas después, me encontré solo sobre su cama, aún con lágrimas secas sobre mi rostro, desnudo y con un mensaje esperando en mi celular que decía, “vuelvo en la tarde”.
—Maldito bastardo hijo de perra, me la hizo otra vez.
Reí por un rato bastante divertido y acostumbrado a esa forma suya de ser y luego me quedé mirando el techo, con un brazo contra la frente hasta que finalmente decidí levantarme para ir al baño a darme una ducha, corroborando mi hipótesis sobre lo que había hecho Kanda conmigo. Pero lejos de darme una satisfacción como era lo acostumbrado, aquello me fue indiferente.
¿Qué podía hacer si mi vía de escape ya no me servía más?
Seguir igual, hasta que mi ser desquebrajado no pudiera más, porque por más que le daba vueltas al asunto, todo me llevaba a una espiral sin sentido.
Common sense and moral are just destroying everything.
If someone has to pay the sins, let me be.
Los pecados.
Ayase, Yoite, Yukimi-sensei, Kayonara, Fran, Haru, Lelouch, Ion… Yo había jugado con el corazón de muchos. Todo esto sólo era consecuencia de mi comportamiento, era mi karma y si de alguna forma quería remediarlo, tenía que pagar.

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