Trickster - 【Delusions】

Parado en la mitad de un puente peatonal pero en realidad odio las alturas. Los autos pasan y pasan sin descanso y me pregunto a dónde irán todas esas personas con tanta prisa a estas horas de la noche.

Tomo una foto de aquel paisaje urbano con extraña tranquilidad y me quedo viendo el suelo, sintiendo como si este me atrajera, induciéndome a saltar. Un pensamiento suicida tal vez, pero cuando recupero la conciencia de mí mismo, me doy cuenta de que cuando intente saltar, no habrá nadie que me lo impida.

Eso es lo peor de todo.

—Bien, es todo por hoy. Aún quedan diez minutos para que termine la clase así que pueden aprovecharlos como quieran.

Era viernes ya, así que los estudiantes se mostraban inquietos, charlando sobre lo que harían el fin de semana, con gestos ansiosos en sus caras y algunas sonrisas de alivio. Pasé una mirada adusta por todos los lugares mientras escribía algunas notas distraídamente, sin darme cuenta de que había fijado los ojos en el banco que solía ocupar Saico.

—No planeo morir por ti… Ni siquiera planeo morir…

Abrí los ojos de par en par levantándome tan bruscamente de la silla que los alumnos, sobrecogidos de la impresión, voltearon a verme casi al mismo tiempo, haciéndose un silencio espectral en el aula mientras yo mantenía la vista fija.

—¿Una alucinación? —murmuré en voz casi inaudible bajando la mirada al escritorio. Debía ser eso; no había dormido bien en toda la semana y ahora estaba escuchando voces en mi cabeza.

Tras un suspiro me despedí de los estudiantes sin dar ninguna explicación a mi extraño comportamiento, sencillamente deseándoles un buen fin de semana y tomando mis cosas para salir lo más rápido posible.

Caminé presuroso por el pasillo saludando mecánicamente a Aya, el profesor de Historia y me metí enseguida al baño dejando el portafolio junto al lavabo. Abrí la llave con algo de torpeza, tomando un poco de agua para enjuagarme la cara en un intento por tranquilizarme y luego alcé la mirada para ver mi faz en el espejo, la cual comenzaba a tornarse distante conforme recordaba las palabras que me habían sobresaltado minutos atrás.

Era absurdo; seguramente era víctima de otra de mis regresiones.

—¡Baku! ¡Al fin te encuentro!

Gracias al espejo no tuve la necesidad de darme la vuelta para descubrir al chico que venía hacia mí, sin embargo no esperaba que me sacara del baño casi a rastras, tomándome del brazo con gesto impaciente.

—Nunca estás cuando te busco en tu salón —empezó a farfullar este en tono monótono, mirándome con un tinte de reproche en sus ojos. Traté de zafarme de su brazo mientras caminábamos, observando las miradas furtivas de algunos estudiantes que salían de sus respectivas clases.

—Sabes que no debes ponerte así cuando estamos en el instituto —solté cuando finalmente pude liberarme de su agarre.

—Mooo… pero casi no estamos juntos.

—Lo sé, lo sé, pero si algún directivo nos ve podría…

Me paré en seco tensando ligeramente mi gesto mientras veía al frente, observando un punto fijo.

—Buenos días sensei, hola Fran-senpai.

De todas las personas que podía encontrarme ese día, tenía que ser justamente él.

—Hola —devolvió el saludo un sorprendido pero energético Fran, yo sólo me limité a asentir con la cabeza viéndolo fijamente. Yoite estaba muy sonriente pero la falsedad que detecté en su mueca me asqueó.

—Bakura-sensei, ¿vendrás mañana a la fiesta de Kay?

“¿Tú también?”, fue lo primero que pensé respondiéndole con una mueca ambigua que pareció decepcionarlo. Giró la cabeza en dirección a Fran rápidamente manteniendo la misma inocente sonrisa, aunque el primero no parecía del todo convencido por el gesto.

—Anda, puedes invitar a Fran-senpai, ¿verdad que sí?

—Eh… sí, sería divertido —respondió el mencionado con un gesto extrañamente serio.

—¡Bien!, los estaremos esperando a los dos. Nos vemos ahí Bakura-sensei y Fran-senpai.

En cuanto Yoite se fue, di un pesado suspiro llevándome una mano a la cara, pensando que con esa petición estaba obligado a ir a la reunión. No estaba seguro por qué, pero tenía una sensación extraña dentro, como una profunda ansiedad que sólo fue interrumpida cuando sentí la mano de Fran entrelazando la mía.

—¿Irás? —murmuró en voz baja sin mirarme. Evidentemente debía sentirse inseguro pues, tanto él como muchos otros, era consciente de mi pasado con Yoite.

—Sí —mi respuesta fue dicha con tal firmeza que era irrefutable.

—Q-qué bien… Seguro te divertirás… Bueno, tengo que irme.

Me soltó sin dar explicaciones, dispuesto a irse, pero en un impulso sujeté de nuevo su mano con fuerza. Él volteó a verme con confusión.

—Quiero que vayas conmigo.

La noche del domingo arribó con completa tranquilidad, en una inesperada velada de luna llena que adornaba graciosamente el rostro juvenil de mi acompañante. Lucía feliz por ser la primera vez que salíamos así fuera de la escuela; eso junto con su humor y vivacidad me alegraba también internamente.

—Recuerda lo que te dije: Nada de andar coqueteando con otros. Si lo haces me pondré triste.

Acompañó esa declaración junto con una cara de fingida tristeza que me hizo reír.

—Mooo, no te burles ¡Lo digo en serio Baku!

—Lo sé, lo sé. No te preocupes pero a cambio de eso tendrás que beber esta noche —agregué con una sonrisa mordaz.

—Si es cerveza no; sabe horrible.

—Veré qué se puede hacer —respondí con una sonrisa de complicidad.

Pronto llegamos a la residencia Sohma, una especie de hacienda decorada al estilo japonés que había quedado en manos de Hatsuharu Sohma apenas dos años atrás. Ese lugar había sido acordado como el punto de reunión y tenía entendido que era una gran residencia, no obstante la realidad superó con creces mis expectativas y ambos nos quedamos viendo la mansión fijamente en cuanto bajamos del auto.

—Sí que es grande —murmuró Fran después de que nos encaminamos a la entrada de la residencia y toqué el timbre mientras él iba parándose en puntillas para visualizar mejor la construcción— Seguro que es para compensar el tamaño de su…

Enseguida le tapé la boca antes de que pudiera terminar su frase, pues justo en ese momento salió a recibirnos el mismo Hatsuharu Sohma.

—¡Bro!, ¡Fran! Bienvenidos, pasen, ¡vamos!

El interior del lugar tenía un amplio jardín con algunos árboles medianos y un sendero hecho de piedras que dirigía directamente al pórtico. Ya que la primavera estaba cerca se lograban ver algunos brotes de flores que supuse eran de cerezo. Fran se veía embelesado viendo un estanque que se encontraba en una esquina y yo fije la vista en el pequeño muchacho que estaba sentado en el pórtico.

—Kayonara —lo saludé y me acerqué para abrazarlo y felicitarlo. Pude notar que los colores se le subían por esta acción.

—Bakura-sensei —murmuró el pequeño. Fran pronto se acercó y lo felicitó también.

—Ya sólo faltaban ustedes —intervino Haru mientras nos invitaba a pasar, pero Kayonara permaneció en el mismo lugar sin intención de moverse, mirando el firmamento. Dejé que Haru y Fran se adelantaran y me acerqué a él.

—¿Qué pasa? —dije en un murmulo; él no volteó a verme al responder.

—No le ve qué tiene de especial celebrares esto.

—¿Por qué no? Es un año más de vida, deberías estar feliz con eso.

—No lo está, cree. Sólo es un día que recuérdase no debía haber existido.

Suspiré. No me gustaba oír a nadie hablar así y mucho menos a Kayonara, quien era uno de mis alumnos preferidos. En un impulso por animarlo (o sacarlo de su pesimismo) lo tomé por las piernas y la espalda para cargarlo en brazos.

—No pienses esas cosas, mejor entremos. Seguro Haru tiene de ese ron que tanto te gusta.

Al chico se le subieron los colores ante la situación mas no replicó lo cual me pareció extraño. Lo llevé enseguida al interior de la casa donde la música sonaba a todo lo que daba. Bajé con cuidado a Kayonara y me cubrí los oídos sintiendo bastante molestia por el sonido.

Cualquiera pensaría que era un aguafiestas (y estaría en lo cierto) pero igual no me importó y fui directo al aparato de sonido para bajarle un poco.

—¡Eii!, ¿por qué le bajas?

Volteé la mirada hacia la impertinente voz.

—Está muy alto. ¿Qué están sordos?

Lo observé con seriedad y el recuerdo de Ion sobre el sillón me hizo sonreírle con satisfacción, él sólo se mostró confundido por el incógnito gesto.

—A-bu-rri-do.

No le tomo la menor importancia a su comentario y me regreso con Fran, quien en esos momentos discutía airadamente con Haru sobre un tema que no alcancé a entender. Le pregunté al anfitrión dónde tenían las bebidas y me señaló vagamente una puerta al fondo de la sala, a la cual me dirigí para no interrumpirlos.

Miré de soslayo a Kayonara, más animado al estar hablando con Lelouch, a quien cariñosamente nombraba “primo” a pesar de no tener lazos consanguíneos de ningún tipo. Eso me reconfortó.

Sin embargo toda esa escena pronto desapareció de mi vista y me encontré en una amplia cocina que miré con absorta curiosidad, pues a diferencia de la sala, esta estaba decorada occidentalmente. La palabra “mezcolanza” cruzó mi cabeza mientras tomaba una botella de cerveza oscura de la hielera y me apoyaba de espaldas contra la barra de la cocina, viendo entrar pesadamente a un chico rubio que terminaba de degustar el contenido de una botella de vino ya vacía.

Indiferentemente pasó a mi lado. Yo hice como que no le ponía atención pero observé claramente cuando sacaba una botella de vino tinto de la cava, reemplazándola con la vacía y tras destaparla, comenzaba a beber copiosamente.

Alcé una ceja volviendo la atención a la cerveza, preguntándome de quién sería invitado, pues no recordaba haberlo visto en la escuela.

Cuando reparé en su rostro, vi que me estaba mirando con gesto adusto; seguramente había notado mis vistazos anteriores.

—¿Cómo ves? —atiné a decir después de saciar un poco la sed. No era el mejor de los comentarios para romper el hielo pero yo no era precisamente un “socialité”.

—Bleh —soltó él dando un trago tan largo que pensé que se tomaría todo de golpe. Entonces me atreví a proseguir a plática.

—No recuerdo haberte visto en el instituto —dije clavando sin darme cuenta la vista sobre él.

—No estudio ya ahí —respondió tras dar un bufido sonoro por la brusquedad de su trago— me salí hace meses. Las clases eran una mierda y los compañeros unos imbéciles.

Hice una mueca que denotó mi agrado.

—¿Debo suponer que nadie te invitó entonces?

Él soltó una carcajada, no supe bien si por mi pregunta o porque efectivamente había dado en el clavo. Se acercó a mí viéndome un momento en plan de analizar mis gestos (o tal vez aprenderse mi cara) sobrepasando por mucho el espacio personal, mas no me moví un sólo centímetro. Quería ver de qué era capaz ese chico, no obstante al ver mi falta de iniciativa se apartó con un movimiento tan brusco que una fracción de segundo pensé que iba a golpearme.

—Bleh…

Se volvió en dirección a la puerta de la cocina para salir de ahí no sin antes hacerme una sonrisa socarrona, seguida de una seña obscena. Esperaba verlo de nuevo en cuanto salí de la cocina momentos después, pero no volví a verlo en lo que restó de la noche.


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