Somos tú y yo sin necesidad de formalidades. Convencionalismos que son innecesarios en cada encuentro en que las paredes arden y se desatan las pasiones más desbordantes que hemos sentido. Sabemos que el uno al otro pertenece, sin gala de insulsas palabras, de clichés o de indiscreciones. Con una sola mirada, un simple beso intempestivo. Aquel que prepara ese lecho que se enrojece por nuestros delirios. El dueño aquí que eres tú. Yo quien recita: “eres mío”.
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Nos encontramos en la ciudad después de un viaje que duró más de lo que esperábamos; cerca de dos horas y media cuando se suponía ser sólo una. Informaron desde el primer momento el contratiempo por fallas mecánicas y el Jefe luce sumamente tranquilo a pesar de todo.
Su tranquilidad me inquieta; es como una bestia que se encuentra reservando las energías para cuando llegue el momento del ataque.
“Es sólo una misión más”, me repito mientras veo lo extraño que lucen los seis miembros de Varia en ropa de civil, pero es comprensible. El punto principal es que no debemos llamar la atención de ningún modo.
Después de arribar al hotel, el Jefe nos ordena una tarea de reconocimiento tomando como punto de partida la Catedral de la ciudad.
Me pregunto si será tan sencillo ubicar a nuestro objetivo en esa ciudad tan vasta antes del anochecer. Por alguna razón no puedo dejar de pensar en ello…
Mientras tanto los datos específicos de este lugar son confidenciales hasta nuevo aviso.
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