Continúo mi camino a través de ese umbral en plena oscuridad con la mirada cabizbaja, tratando de recordar si había cerrado bien el departamento después de tomar algo de dinero y dejar el auto en el estacionamiento. En esos momentos no me apetecía usar el automóvil, pero no era gran problema en realidad; eran cerca de las 5 de la mañana, hora en que la gente normalmente iba a sus respectivas labores, salía a ejercitarse, entre otras cosas.
Ese día sería la excepción para mí, faltaría a mi enseñanza en la institución, pero poco importaba en esos momentos. No había dormido en toda la noche y pese a ello no me apetecía dormir. Ahora necesitaba un lugar tranquilo, lejos de todo y de todos.
Ya habían pasado más de dos horas y no lograba encontrar a Fran por ninguna parte. Me estaba desesperando y por alguna razón en mi pecho una sensación extraña y desagradable me encogía el corazón a cada momento, haciendo que me sintiera falto de aliento.
—¡Carajo! —murmuré entre dientes mientras andaba por los pasillos de esa enorme casa sin encontrar nada más que puertas cerradas entre toda esa soledad.
Me senté en el piso recargando la espalda contra la pared, mientras sacaba el celular, siendo iluminado con su tenue luz en la penumbra. Maldije mentalmente el hecho de que Fran hubiese perdido su celular días antes y eché un suspiro quedando en silencio (con la música de la fiesta a lo lejos), sólo para ser interrumpido por el tintineo de una caja musical; era la melodía de mi teléfono anunciando un mensaje.
Llamó mi atención que ese no era sólo un mensaje de texto, sino que incluía una imagen y el destinatario era Satou Shinobu.
—Esto... —fue lo único que alcancé a murmurar con un hilo de voz mientras pecho se constreñía y con una mano que se volvía temblorosa, sostenía el celular viendo la fotografía fijamente, poco a poco llenándome de una extraña impresión de desasosiego y angustia.
“Parece que lo está disfrutando”, se leía en el mensaje, después de una fotografía de quien parecía ser Fran con dos individuos que tardé unos minutos en reconocer debido a la extraña y comprometedora posición: Eran Hatsuharu Sohma y Lelouch Lamperouge.
Como pude, empecé a teclear torpemente las letras debido a la furia que iba invadiéndome hasta ubicar el número de Yukimi para exigirle una explicación de aquella lasciva fotografía y cuando empezó a sonar, me di cuenta de que muy cerca de ahí se escuchaba una canción un tanto ruidosa, ajena al sonido de la fiesta. Me dejé guiar por aquel sonido mientras el timbre en el auricular seguía sonando hasta que este se acalló abruptamente, justo con la melodía, lo cual me llevó hasta una puerta que había pasado por alto debido a la oscuridad.
Cuando contestó, sin esperar palabra alguna de su parte comencé a demandar una explicación de aquella foto tan reveladora, completamente enloquecido por la rabia. Sin embargo mi actitud no parecía amedrentar ni un poco a Yukimi, quien sólo reía ante mi furia.
—Qué mal humor. Todavía que comparto la diversión contigo.
Como pude, reuní todas mis fuerzas para aplacar mi ira y puse atención a la voz de mi colega, pues se oía justo detrás de la puerta ahora frente a mí.
—Eso no es diversión para mí —musité manteniendo un tono seco, bajando la voz para no descubrir que estaba cerca de él.
—Aburrido.
Mi ira se renovó cuando cortó la llamada, así que sin más miramientos, giré la perilla de la puerta abriéndola de un empujón y lo encontré ahí, sentado serenamente a la orilla de la cama jugueteando con el celular, sin siquiera inmutarse cuando irrumpí en el cuarto
—Hello. Tardaste demasiado; ya se fueron.
Sin poder contenerme más, me abalancé contra él cegado por la rabia haciéndolo caer de espaldas contra la cama y apreté su cuello con ambas manos clavándole una mirada fría.
—¿Dónde están?
Realmente no esperaba que me respondiera, sólo quería darme el gusto de verle intentar pronunciar alguna palabra desesperadamente mientras le aprisionaba la tráquea, pero aquel gusto no me duró mucho, pues de alguna forma que no pude predecir, me sujetó de la ropa levantándome con las piernas y me lanzó sobre la cama, quedando sobre mí.
—No-lo-sé —respondió en un tono cantado, sonriendo ladinamente y por alguna razón su cercanía no me intimidó; después de todo, no era la primera vez que nos encontrábamos así. Pese a ello, lo siguiente que sucedió me tomó por sorpresa, haciéndome olvidar un instante mi rabia y le sujeté con fuerza, esta vez en un abrazo sin poder decir nada cuando me robó aquel beso, en un silencio prolongado.
—Nee…
Cuando soltó mis labios, murmuró a mi oído unas palabras que en ese instante preferí no reconocer pero comprendía a la perfección, lo que me hizo cerrar los ojos soltándolo paulatinamente mientras él se levantaba dejándome en esa habitación, completamente dolido y confundido, pero sobre todo… solo.

Ese día sería la excepción para mí, faltaría a mi enseñanza en la institución, pero poco importaba en esos momentos. No había dormido en toda la noche y pese a ello no me apetecía dormir. Ahora necesitaba un lugar tranquilo, lejos de todo y de todos.
Ya habían pasado más de dos horas y no lograba encontrar a Fran por ninguna parte. Me estaba desesperando y por alguna razón en mi pecho una sensación extraña y desagradable me encogía el corazón a cada momento, haciendo que me sintiera falto de aliento.
—¡Carajo! —murmuré entre dientes mientras andaba por los pasillos de esa enorme casa sin encontrar nada más que puertas cerradas entre toda esa soledad.
Me senté en el piso recargando la espalda contra la pared, mientras sacaba el celular, siendo iluminado con su tenue luz en la penumbra. Maldije mentalmente el hecho de que Fran hubiese perdido su celular días antes y eché un suspiro quedando en silencio (con la música de la fiesta a lo lejos), sólo para ser interrumpido por el tintineo de una caja musical; era la melodía de mi teléfono anunciando un mensaje.
Llamó mi atención que ese no era sólo un mensaje de texto, sino que incluía una imagen y el destinatario era Satou Shinobu.
—Esto... —fue lo único que alcancé a murmurar con un hilo de voz mientras pecho se constreñía y con una mano que se volvía temblorosa, sostenía el celular viendo la fotografía fijamente, poco a poco llenándome de una extraña impresión de desasosiego y angustia.
“Parece que lo está disfrutando”, se leía en el mensaje, después de una fotografía de quien parecía ser Fran con dos individuos que tardé unos minutos en reconocer debido a la extraña y comprometedora posición: Eran Hatsuharu Sohma y Lelouch Lamperouge.
Como pude, empecé a teclear torpemente las letras debido a la furia que iba invadiéndome hasta ubicar el número de Yukimi para exigirle una explicación de aquella lasciva fotografía y cuando empezó a sonar, me di cuenta de que muy cerca de ahí se escuchaba una canción un tanto ruidosa, ajena al sonido de la fiesta. Me dejé guiar por aquel sonido mientras el timbre en el auricular seguía sonando hasta que este se acalló abruptamente, justo con la melodía, lo cual me llevó hasta una puerta que había pasado por alto debido a la oscuridad.
Cuando contestó, sin esperar palabra alguna de su parte comencé a demandar una explicación de aquella foto tan reveladora, completamente enloquecido por la rabia. Sin embargo mi actitud no parecía amedrentar ni un poco a Yukimi, quien sólo reía ante mi furia.
—Qué mal humor. Todavía que comparto la diversión contigo.
Como pude, reuní todas mis fuerzas para aplacar mi ira y puse atención a la voz de mi colega, pues se oía justo detrás de la puerta ahora frente a mí.
—Eso no es diversión para mí —musité manteniendo un tono seco, bajando la voz para no descubrir que estaba cerca de él.
—Aburrido.
Mi ira se renovó cuando cortó la llamada, así que sin más miramientos, giré la perilla de la puerta abriéndola de un empujón y lo encontré ahí, sentado serenamente a la orilla de la cama jugueteando con el celular, sin siquiera inmutarse cuando irrumpí en el cuarto
—Hello. Tardaste demasiado; ya se fueron.
Sin poder contenerme más, me abalancé contra él cegado por la rabia haciéndolo caer de espaldas contra la cama y apreté su cuello con ambas manos clavándole una mirada fría.
—¿Dónde están?
Realmente no esperaba que me respondiera, sólo quería darme el gusto de verle intentar pronunciar alguna palabra desesperadamente mientras le aprisionaba la tráquea, pero aquel gusto no me duró mucho, pues de alguna forma que no pude predecir, me sujetó de la ropa levantándome con las piernas y me lanzó sobre la cama, quedando sobre mí.
—No-lo-sé —respondió en un tono cantado, sonriendo ladinamente y por alguna razón su cercanía no me intimidó; después de todo, no era la primera vez que nos encontrábamos así. Pese a ello, lo siguiente que sucedió me tomó por sorpresa, haciéndome olvidar un instante mi rabia y le sujeté con fuerza, esta vez en un abrazo sin poder decir nada cuando me robó aquel beso, en un silencio prolongado.
—Nee…
Cuando soltó mis labios, murmuró a mi oído unas palabras que en ese instante preferí no reconocer pero comprendía a la perfección, lo que me hizo cerrar los ojos soltándolo paulatinamente mientras él se levantaba dejándome en esa habitación, completamente dolido y confundido, pero sobre todo… solo.

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